viernes, 18 de enero de 2019

El coche, las luces y el mecánico.

   Señores,
por si no lo había dicho aun, feliz año nuevo. Ya lo sé, un poco tarde, pero más vale tarde que nunca ¿no?.  Pues eso, feliz año.
   Acabo de volver del mecánico. Aun no me ha dado la mala noticia, he de recoger el coche en unos minutos porque según me ha dicho la chica que trabaja allí y que merece todos mis respetos a tenor de como maneja los coches y lo limpia que va para trabajar en un taller, es cuestión de poco tiempo.
La mala noticia es la factura. Al coche no le pasa nada. Yo lo sé, ella lo sabe y mi mejor amigo que ha corroborado que soy una histérica también lo sabe.
(Que eso ya se lo dije yo en un mensaje ¿saben?, porque soy así, me gusta adelantarme a los acontecimientos y a las palabras ajenas. Y se lo dije, al coche no le pasa nada, soy yo que soy una histérica. Y él me respondió, sí, eres tú. Y como me gusta decir la última palabra casi siempre, le respondí que me alegraba leer que estaba de acuerdo conmigo en que al coche no le pasaba nada y era yo, que me quedaba más tranquila si lo leía de él).
Es que las cosas son como dice mi amiga E, cada uno entiende de lo suyo. Y yo de mecánica no entiendo.
   Pero déjenme que les ponga en antecedentes.
Llego la semana pasada al coche, le doy la vuelta por si acaso se ha movido mágicamente de como yo lo aparqué, miro si el que aparca detrás de mi está o no porque en función de eso suspiro y pienso cuánto me va a costar sacar el coche de mi plaza, entro, lo enciendo y (horror) se encienden todas las luces. Eso parecía un festival.
Y claro, yo hice lo que se hace en estos casos. Abrir mucho los ojos y entrar en pánico.


Me aparté del volante echándome hacia atrás y le hablé muy claramente.
   "No, no, no. No puedes dejarme ahora".
Así se lo dije, porque sus coches no lo sé, pero el mío me entiende. Hice balance de la situación, comprendí que mi vida ya no es un drama sino una tragicomedia y le escribí a mi mejor amigo para decirle que las luces se habían encendido todas y que no entendía nada.
   "¿Pero se han apagado o siguen encendidas?", y yo, "no, no, se han apagado al instante, las luces van bien, el claxon también, está todo bien", "entonces es normal, no te preocupes".
Pero yo no soy así señores. Yo no sé vivir tan tranquilamente como muchas de las personas que me rodean.
Porque yo sí que me preocupo. Y me preocupo mucho. Así que después de que me dijera lo de que era una histérica (porque yo le había autorizado) llamé al mecánico y le expliqué lo que pasaba tal y como se lo estoy contando a ustedes.
Porque mi mecánico del coche es como el de la moto y ya me conoce y sabe que existen dos formas de explicar las cosas, la del resto del mundo y la mía. Y la chica que trabaja allí, que como antes les he dicho, merece todo mi respeto como persona, mujer y por como maneja la situación en el taller y su limpieza personal me dijo que eso era normal y que no pasaba nada. Y además que yo no tenía porqué saber todo eso. Pero que si iba a quedarme más tranquila que llevase el coche.
Y así sí, señores, ASÍ SÍ.
   Así que he ido a llevárselo y he tenido que parar en segunda fila. Y a mí parar en segunda fila me tensa mucho. Y más en calles estrechas.
(Sí, ya sé lo que están pensando, que soy de tensar fácil. Es cierto. Pero digo yo algo, ¿no sería más fácil para todos, o sea para mí, que cuando yo llegue haya un sitio esperándome?. Sí, también sé que ahora están pensando que si estoy loca o algo así y que eso sería lo óptimo para todos nosotros, pero yo estoy hablando de mí, en sus cabezas cuando ustedes van a aparcar también lo piensan, ahora no vayan a decir que no).
   El caso es que he aparcado en segunda fila y gracias a Dior no ha venido nadie a quien pudiera molestar, he bajado y he entrado al taller donde me ha recibido la chica que mantiene una higiene corporal admirable para trabajar en un lugar donde hay tanta grasa y me ha dicho que podía aparcar en la puerta que lo mío era cuestión de minutos.
(El coche. "Lo mío" es una manera de vida y a estas alturas ya no tiene remedio).
   "Ahora te quito este coche y pon el tuyo aquí".
Y yo he visto ese hueco tan pequeño y le he dicho a mi mente, ahí no cabe el coche. Pero ha cabido. He podido aparcarlo enseguida, sin molestar a ningún otro coche y sin despeinarme y quitarme el gorro de lana con pompón incluido porque es tiempo de gorros y porque como dice mi madre yo soy muy de decir que no a la primera, pero luego es sí.
Total, que se lo ha quedado previa aclaración mía de que seguramente no le sucede nada, que soy yo, que soy muy precavida y me gusta tenerlo todo bajo control.
Me ha dicho que pasara a recogerlo en media hora, que es un tiempo de espera mucho más rápido que ir a la consulta del médico de cabecera y cuando he ido el coche estaba en el mismo sitio donde lo había dejado pero ya lo había visto su propio médico particular. Porque el mecánico es el médico de los vehículos.
   "No tiene nada", ha dicho la chica con una perfecto de piel negra.
Yo también quisiera trabajar con una perfecto de piel. O con una americana y no con la camisa que utilizó Miguel Ángel para pintar la capilla sixtina, pero es lo que hay.
   "Le hemos revisado la batería y está todo bien".
Así que de nuevo y con mi gorro puesto, he sacado el coche de su sitio muy segura de mí misma y eso que no tengo la menstruación, que según los anuncios es cuando más segura estás de ti misma porque utilizas una determinada marca de productos de higiene íntima, he sacado el coche, repito, no he molestado a nadie y he venido a mi casa.
   Una vez he llegado a mi garaje he dejado el coche en mitad del pasillo y he bajado para quitar la moto de mi plaza para poder aparcar bien.
Porque yo soy buena aparcando, pero si tengo sitio. Y si está la moto tengo que elegir entre aparcar cómodamente y salir del coche como si fuese un bicho palo porque la moto impide que prácticamente se abra la puerta o bajar, quitar la moto, aparcar el coche, salir tranquilamente y volver a colocar la moto detrás del coche porque al lado no cabe bien y no puedo salir si aparcan a mi lado.
Y la culpa de todo esto la tiene la columna que está mal colocada. En resumen, ¿quién puso ahí la columna?, el arquitecto. Así que la culpa la tiene el arquitecto. Como todos los problemas que se derivan de ellos y mi vida.
Porque como les digo, yo soy buena aparcando. Pero si tengo sitio. Si los garajes se empeñan en ponerme obstáculos no puedo, pero ni puedo yo ni puede nadie. Y yo necesito mi espacio. Mi espacio personal y mi espacio para aparcar.
Miren como cuando voy al campo eso no me pasa. ¿Porqué?, porque aparco en la calle en la puerta de casa. Y si no tengo sitio aparco en la puerta de casa del vecino. Y así sí. Porque no hay columnas que un mal arquitecto eligió poner donde no tocaba.
Porque yo necesito espacio por si algún día me compro el coche que me gusta. No el que me puedo permitir, el que me gusta. El tiguan. En realidad es el touareg, pero ese ya se me escapa de proporciones.
   Y es que cuando sueño despierta me veo conduciendo uno. Y es un coche que me pega. Pero me pega si tengo que aparcar sobre la marcha, es decir, llegar a la puerta de casa y dejarlo. Así que necesito una casa en el campo. Y para mí el campo son las afueras de la ciudad. O sea que necesito un chalet.
   En resumen, que ya me siento mucho más segura de mí misma y mi coche tamaño y precio "esto es lo que te puedes permitir porque con un coche más grande serías un peligro para ti y la ciudad".
Yo les digo algo, si por mi fuera cambiaría de coche cada cinco años para evitarme problemas y la itv.
Uuuuuh...la itv...de eso ya hablaremos cuando me toque pasarla...




18-01-19
Ilustración, Jordi Labanda.