sábado, 13 de junio de 2015

La obra...

   Señores, tengo que decirles que cuando vine a vivir a mi casa, las vistas eran muy bonitas.
Años después un señor arquitecto profesor de un amigo mío, decidió hacer una finca delante de la mía, privándome de las vistas y dejando a la luz su mal gusto para los edificios.
Que eso no es importante, fincas feas hay en todos lados, que te quiten las vistas pues bueno, es como el mal gusto de algunas personas para vestir, molesta pero te acostumbras.
El caso es que cuando crees que ya lo has visto todo, perdón, llegados a este punto quiero decir que yo expreso que la finca es fea porque la opinión sobre el gusto hacia la arquitectura es como el trasero, todos tenemos uno. Después quiero aclarar que como siempre tengo razón, la finca es fea y no hay más.
El caso es que les decía que cuando crees que lo has sufrido todo, hacen una obra faraónica en la finca.
Y cuando digo faraónica no estoy exagerando. Porque ya los conozco y están pensando, aaay que exagerada....NO.
La obra lleva en marcha dos años.
O más.
   Y antes no pasaba nada, porque como la finca es grande, me afectaba pero de lejos. Ahora no.
Ahora me afecta de cerca. Tan cerca que los tengo delante de mi ventana.
Resulta, según me han dicho, que la finca necesitaba de limpieza y reparación.
(Que yo no digo nada, pero mi edificio estaba antes y no se ha visto atacado por nada que haya tenido que incluir reparación. Reparación a ese nivel, me refiero. Claro que ya me explicó mi amigo el que le daba clase el arquitecto de la fealdad de edificio que los cimientos de mi finca son muy buenos. Que yo enseguida concluí que como yo... No, no busquen sentido, quédense con que soy buena...).
   El caso es que desde hace unos meses, las personas a las que nuestro balcón da a la finca vivimos en un drama.
Sí. Por fin puedo decir que mi vida y la de mis vecinos es un drama. Todos sabemos que la mía más, que no es que yo quiera ser más que ellos, pero ya saben que el peso de los dramas descansa sobre mi cabeza cual espada de damocles, cual Bridget Jones...
   Y es que una ya no sale al balcón como antes, con esa tranquilidad, esos pelos de recién levantada que en mi caso son ideales, no se vayan a pensar...porque el lacio deja de serlo para hacer unas ondas nunca vistas y que desaparecen en cuanto me despierto del todo.
Ya no salgo al balcón como antes a ver qué día hace porque sé que cuando salga los obreros van estar ahí. Y claro, salir salgo, pero como en los dibujos animados, saco sólo la cabeza con mis ondas al viento, sol o lluvia, según se tercie.
   El pobre edificio, que tiene como una tela a modo de capa amarilla. Una tela que quitan conforme van arreglando los bloques de viviendas. Que miren que no podían haberle puesto otro color que hiciera juego con el resto de cosas a su alrededor, pues no. Y ahora que está limpia no me gusta. Lo siento, no.
Porque antes, dentro de su fealdad sucia, su color era más bonito. Ahora está pálida, está como enferma.
Y además está llena de andamios. Que digo yo algo, si cae algún objeto de la finca...ha de protegernos la tela amarilla?, porque yo no la veo muy resistente. También he de aclararles que no paso cerca de los andamios.
Sí. En mi paranaoia interminable, temo que si paso cerca y cae algo me caiga encima.
Esto es así. Los accidentes pasan, en una obra hay muchos objetos y la gente a veces es muy torpe.
   Y de nuevo me dirán que estoy exagerando. Pues no.
El otro día estaba sonando en la radio de los señores obreros trabajadores Sweet child o'mine y se conoce que uno se puso a hacer de Slash y le cayó el zapato a la calle.
A ver, que yo lo sé porque un obrero le gritó a otro que le había caído, no crean que estaba en la obra. Que no estoy porque el casco de las obras no queda bien. Bueno, ni a mí ni a ellos, pobres.


   Pero estarán conmigo en que si le cae un zapato...le puede caer cualquier cosa...así que no, yo por debajo del andamio no paso.
   Eso sí, también tengo que decirles que no todo son dramas. No, todo no.
Sé que viniendo de mí no lo pueden creer, pero sí, todo no son dramas.
Los señores obreros trabajadores, que nada tienen que ver, creo, con el señor obrero trabajador de aquél anuncio de coca cola de los años 90 son lo único bueno de este contratiempo que ya dura demasiado.
   Digo que nada tienen que ver, porque ya tienen chispa sin beber coca cola. Hay uno...una gracia encima de él señores...se pasa el día cantando. Pero cantando lo que sea. Desde lo que ponen en la radio hasta lo que canta él.
Y canta lo que sea. Igual te canta una canción de Isabel Pantoja que te canta otra de Joaquín Sabina. Otra de las cosas es que cuando pasa una mujer le grita guapa.
Pero no un guapa normal, no. Uno de estos que te suben el ánimo para todo el día.
Tal como así...
                                        GUAAAPAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!
y así sí señores. Así sí.
Una mujer escucha, bueno una y toda la manzana, una mujer escucha algo así y de inmediato le sube la moral, le suben los colores y se le alegra el día por más triste que pueda tenerlo.
   Y es que un señor así no es un señor obrero trabajador cualquiera. Es un benefactor para el género femenino.
Señores así son un sí tan grande como sus gritos de guapa.
Así que dentro de todo, la molestia de estar escuchando desde las ocho de la mañana ruidos se lleva algo mejor...
   Y sí. Es que he pasado por la obra con el perro y me ha gritado a mí también... :-)



(13-06-15)

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