jueves, 25 de febrero de 2021

Signore Pipo.

    Un año.
Ya ha pasado un año desde que te fuiste "al arcoíris de los perros" y no hay día que no te piense. Me has dejado un vacío tan grande...
De hecho, el vacío sigue aquí. En toda la casa, en el sofá, en el hueco donde estaba tu cama, tu almohadón, en el trozo de cama que cogías para acurrucarte conmigo. En el silencio.
365 días que se han marchado sin que me diera cuenta, se me han escurrido como la arena entre las manos y te aseguro que te echo de menos cada día.
   Ya no me recibe tu alegría, ya no te abrazo fuerte, ya no sujeto con mi brazo tu pata ni te cojo la oreja o te doy mil besos y te hago un montón de fotos.

   
Ya no hay conversaciones inventándote nombres ni miradas de lado cuando te hartabas. Ya no estás a mi lado cuando me siento en cualquier parte, ni hay consuelo cuando me venía abajo y lo intuías.
Ya no he vuelto a dormir en el suelo como hice aquella noche, aquella madrugada en la que me despertaste para despedirte de mí. Aquella no fue la primera vez que lo hacía, pero sí que fue la última.
   La vida sin ti es diferente.  
Camino por la calle tranquila, miro a las personas que pasean con sus perros y les sonrío. Ellos me devuelven la sonrisa. En ocasiones veo algún perro como tú y de inmediato siento la necesidad de tocarlo como si así pudieras volver a mí de algún modo...después me disculpo con el dueño y le explico que tenía un perro como el suyo. A veces hasta saco el móvil y les enseño tu foto...es un modo de justificar el acariciar a un perro que no es el mío, seguramente más de lo estrictamente aceptado para un desconocido. Entonces por cortesía, me miran y sonríen en señal de apoyo. Yo les devuelvo una sonrisa de agradecimiento. Lo que nunca saben es que mientras, lloro por dentro.

   
   Eras tan especial, tan guapo...
Lo sé, todas las personas piensan lo mismo de sus perros, pero es que tú lo eras de verdad.
Eras tan fuerte...tan bonito, tan especial...¿Sabes eso que dicen de que los perros se parecen a sus dueños?, siempre pensaba que con nosotros se daba esa circunstancia...siempre corriendo por las escaleras, por la calle...tú apartando con la pata y yo tomando distancias. Tú tan amigo de "algunos" perros del barrio y de otros no...como nos ocurre con las personas ¿verdad?
Eras un luchador mi bb mundial, luchaste hasta el último momento y después tomaste la decisión de despedirte de mí como lo que siempre fuiste, un señor, mi Signore Pipo.
   Este año ha sido muy difícil sin ti, yo no soy tan fuerte como tú aunque la vida se empeñe en hacerme ver que sí, sin tu compañía los días son extraños, sin tu amor incondicional me he encontrado muchos días sola. Mi popi...


 Llené la casa de fotos tuyas, para decirme a mí misma que aunque no estás, estás. Las miro y te recuerdo, te recuerdo cada día. 
Qué injusto, qué injusto que la vida te alejase de mí. Yo solo quería tu bienestar por encima de todo, que fueras feliz con nosotros, hacer oídos sordos a las palabras feas que te dedicaban aunque a veces no era fácil. Pero a ti todo eso te daba igual, tú eras feliz cuando llegaba a casa, cuando te decía "vamos a ir a un sitio" y sabías que nos íbamos en coche. Porque solo utilizaba esa expresión cuando íbamos en coche. Subías contento y bajabas nervioso porque tenías un jardín enorme para correr para ti solo. Y yo te miraba feliz mientras tú ibas de un lado a otro y en ocasiones eso era lo único que necesitaba.


   No nos separamos jamás. Y para una vez que lo hicimos me sentí del todo extraña. Te dejé en buenas manos, en las mejores. Y me mandaba fotos tuyas y vídeos para que el ánimo no se me agitase demasiado, para que te viera mientras yo estaba en otro sitio.
Para nosotros eras uno más. Siempre lo fuiste.
Seguro que ahora estarías echándome del sofá o dándome besos, dejándome que te abrazase, me relajaba estar a tu lado acariciándote y a ti te encantaba. Te decía cosas como, ¿porqué eres tan bonito? y tu ladrabas como queriendo contestar...yo reía y daba por hecho que lo hacías. Eras especial.


 Me dejas tantos momentos inolvidables...No habrá otro como tú, ¿lo sabes verdad?, a lo mejor ni siquiera hay otro porque este dolor que siento es tan grande...que no sé si quiero volver a sentirlo de nuevo...
Mi único consuelo es saber que fuiste feliz, fuerte y luchador. Que conseguías hacerme sonreír todos los días. Todos los días.
Fuiste feliz Pipo. Y yo también.
Te quise desde el primer momento en el que te vi y siempre te querré. Estás tatuado en mi piel, pero también estás tatuado en mi alma y mi corazón.
(Y ambas situaciones son literales).
   Te quiero...


R.
25-02-21

lunes, 13 de abril de 2020

Cuarentena

   Estamos en cuarentena.
Sobra decir que es una mierda. Llevamos un mes "encerrados" y lo peor no es eso. Lo peor es que nos han encerrado con nuestras propias emociones, esas para las que algunos no estamos preparados para enfrentarnos.
   Nadie habla de la ansiedad, de los ataques de pánico, de los nervios que se supone que tienes que controlar. Nadie suele hablar de eso, porque no queda bien.
Es mucho mejor fingir que todos estamos bien en casa. (Sobre todo esas personas que tienen casa con jardín y pueden salir cuando les plazca).
Nadie te dice que vas a tener que lidiar contigo mismo y que a lo mejor no vas a saber cómo. Que te vas a levantar una y otra vez a la nevera, al armario de las galletas, a por otra cerveza.
Que va a haber noches que te vas a despertar en mitad del sueño porque no puedes dormir bien. De eso no se habla. Obvio, no queda bien.
Es mucho mejor poner cómo hacemos pan, cómo hacemos tartas, cómo jugamos incansablemente con los niños, cómo cocinamos nuevas recetas y nos encanta hacerlo. Porque sobre todo tenemos que tener la obligación de estar encantados y que se vea. Y sino, haces el esfuerzo y lo finges. Todo sea para quedar bien delante de la cámara del móvil.
   Pues no señores, esto es una mierda.
Y no me creo a esas personas que se crean un planing para hacer ejercicio, hacer limpieza, hacer cosas en la cocina y un tiempo para el relax.
(Un tiempo para el relax que viene marcado en el orden del día)
No me creo a esas madres que de repente no necesitan que su hijo se calle aunque sea cinco minutos pero no lo pueden decir porque sino serán tachadas de malas madres.
No me creo que durante todo este tiempo no hayan tenido un momento en el que no hayan querido que todo se fuese a tomar viento a la farola.
   Solo puedo salir a comprar con una mascarilla quirurgica que tardó muchos días en llegar a mi farmacia, una mascarilla que me ahoga, que me produce ansiedad. Salgo yo porque mi madre es mayor, es persona de riesgo. Y porque si le pasa algo me muero.
Pero no puedo pensar que me moriría, porque según dice todo el mundo, tengo que pensar en positivo. Tengo que sacarle "el lado bueno" a este confinamiento.
   ¿Qué le saque el lado bueno?, estoy encerrada en casa, no tengo libertad de movimiento, no tengo trabajo ni lo voy a tener cuando pase todo esto. ¿Cómo voy a pagar las facturas?. No debo pensar en eso ahora, ahora es momento de hacer ejercicio, de hacer pan y de "disfrutar" del tiempo que tengo para estar con los míos.
¿Cómo voy a disfrutar de los míos si no los puedo ver, si no los puedo tocar, no los puedo abrazar, no los puedo besar?
Aprovecha para hacer cosas...
   Y limpio sobre limpio, ordeno lo que está ordenado y quiero tirar las cosas que ya he revisado y no puedo tirar porque ya he decidido que no pueden ser tiradas.
Oigo sirenas y me pregunto si son de la policía o son ambulancias. Salgo a aplaudir a las ocho como un ritual ya establecido por esas personas que se juegan, sin duda, la vida por mí.
Y yo no sé si estoy infectada por esta mierda. Y no me acerco a mi madre porque me da miedo pero sobre todo porque no me puedo permitir perderla.
   He hablado por teléfono con una gran amiga, ya casi no recuerdo lo que es hablar por teléfono, ahora todo son mensajes.
Decía que todos, o casi todos, vamos a sacar una lección de esta mierda.
(Sí, repito mucho la palabra mierda, mi madre también me lo dice)
Tú a tener paciencia, me dijo. Paciencia de la de ser paciente, no la de, "esto acabará algún día, paciencia"...
Cómo me conoces amiga.
Ya no sé si algunos sabremos distinguir la paciencia de la resignación.
Los primero días me ahogaba. Literalmente. Y pensaba que se me había metido ese "bicho" en el cuerpo y me iba a morir. ¿Y qué iba a decirles a mis sobrinos?, ¿les había dicho todo lo que les quería decir?, ¿y si no he dicho lo que quería decir por miedo a decirlo?, ¿te lo había dicho a ti?...
Tú. Otro punto y aparte.
   Tú y yo no hemos vivido en el mundo real. Ahora sí, pero durante tres semanas no. Por culpa de esto, me he quedado sin barreras, me has quitado todas las máscaras sin tocarme. Así eres tú.
Ya no me queda nada. Solo una última cosa que he guardado para mí y tú conoces, pero como bien sabes, si no dices las cosas, no están pasando.
   Debes decir todo lo que sientes, me dijo mi amiga, sabedora de que callo más de lo que siento y siento más de lo que hablo.
Debes aprender idiomas ahora que puedes, debes hacer gimnasia, debes hacer yoga, debes hablar con tus amigo en una video llamada múltiple.
Y entiendo lo del ejercicio, porque de tanto sedentarismo nos estamos poniendo gordetes y eso va en contra de lo establecido socialmente.
   "Cuando todo esto pase vamos a ser mejores"...¿en serio?, yo no lo tengo tan claro. Porque una inmensa mayoría seguirá en su puesto de trabajo, con las medidas oportunas, siguiendo con su vida y recordando esto como algo que pasó. Haciendo planes para sus futuras vacaciones, cuando se puedan hacer. Y otra inmensa mayoría seguirá sin trabajo haciendo juegos malabares para intentar pagar las facturas, echando mano de quien sea que le pueda ayudar y deseando encontrar una nueva oportunidad que a lo mejor podrían haber tenido antes, o no, pero que este tiempo les ha arrebatado retrasándola unos meses. Pero los cobros no entienden de retrasos.
Que vamos a ser mejores...pues permítanme que lo dude. Aprenderemos a priorizar, a entender que por supuesto, todos tenemos unas prioridades y que si no te encontrabas en la cuarentena entre una de ellas en las de alguien, el hecho de estar metido en tu casa sin verlo no va a provocar que pases a un lugar destacado.
   Sí, es posible que cambiemos nuestra forma de ver las cosas. Al principio.
Una vez hayan pasado el miedo, la angustia, la ansiedad...las cosas serán como antes. Solo que tendremos que esperar más tiempo para ir al bar.
¿Frívolo?, no. Real. Real a mi modo de verlo.
Y sino, solo hay que ver lo que nos esforzamos en hacer lo que dicen las redes sociales, ya saben, yoga, pan, tartas, magdalenas, ejercicio, llamadas en grupo que antes no hacíamos pero ahora sí porque toca...
   En fin, que como el hastío me alcanza, dejo aquí este texto que ha surgido improvisadamente y es que la cuarentena esta de mierda como ya he dicho, provoca entre otras cosas, momentos de confusión, de tristeza, de ansiedad y de preguntarte muchas cosas.
   Voy a decirte algo, no ha cambiado nada que me hayas dejado sin máscaras, porque eso no va a cambiar tu mundo y el mío, no va cambiar nada entre nosotros. Solo aumentan las ganas de vernos. Y seguramente el día que pueda verte, tocarte y besarte llore.
Porque además, este tiempo hace que nos demos una hostia con todos nuestros sentimientos cuando a veces queremos esquivarlos.
Este año voy a tener un cumpleaños de mierda. Y todos los planes que tenía se han ido a la misma.
Tampoco tengo a mi perro y no por bajarlo a la calle y respirar, sino porque me haga compañía. Por inercia sigo durmiendo encogida como si tuviese que cederle el sitio en la cama. Como no pude llorarle tras su muerte, porque estaba en otras cosas, lo hago de vez en cuando en este confinamiento, suele ser las veces que no puedo respirar. Pero sigo haciéndolo a escondidas, porque desde pequeña me enseñaron que llorar es un síntoma de debilidad y no debe ser mostrado en público.
Y podría ser peor...porque a pesar de algunos días de mierda, que son inevitables y nos debemos permitir sentirlos, aun a tenor de este texto y que no lo parezca, yo soy positiva. Aun sabiendo que cuando todo esto pase yo seguiré en casa porque no tendré trabajo...en el fondo lo soy.
Lo soy tanto que sigo con un proyecto que tendré que autoeditar y seguiré pensando que valió la pena, valió las hora y valió las lagrimas.
   ¿Qué vas a hacer cuando todo esto acabe?, es una de las preguntas más repetidas en todas partes y cada uno, en sus circunstancias dice una u otra cosa. Lo más repetido son los besos, los abrazos, las caricias y es que no estamos acostumbrados a la falta de contacto, a no poder tocar.
Yo voy a querer que mi escritor favorito (Máximo Huerta) me firme su nuevo libro, ese que tenía que haber tenido ya pero no ha podido salir a la venta, voy a abrazar a mis sobrinos muy fuerte, tanto que van a pedir por favor que los suelte, voy a besarte como si fuese la primera vez y me voy a ir a Menorca.
Y después, cuando pueda, me iré con mis sobrinas a mi adorada Roma y con un poco de suerte la verán con los mismos ojos que la veo yo y les enamorará para siempre.
   ¿Saben lo único que nos ha enseñado esto?, que da igual los planes que tengas, que no puedes programar nada, que no debes callarte lo que sientes, no debes esconder un te quiero...porque un día llega algo y todo salta por los aires.
Y así te quedas, sin planes, sin control, sin máscaras.


R.
13-04-19

domingo, 8 de marzo de 2020

Sigues aquí...

   Hay vacío en casa, hay silencio.
No es que tú fueras ruidoso, pero hay más silencio sin ti. Es un silencio asfixiante.
Hoy habría sido tu cumpleaños. Doce años. El pasado día 25 nos dejaste y no consigo hacerme a la idea, te busco, miro en el suelo donde estaba tu cama, en el sofá donde te ponías al sol y solo hay vacío.
Ese vacío que deja mucho espacio libre. Un espacio que deberías ocupar tú.
   Al final decidiste rendirte y eso que no eras de rendirte nunca. Pero te pudo más el cansancio.
No nos avisan de esto aunque todos lo sabemos. Sabemos que una mascota nos va a acompañar, no va a ser eterna aunque lo sea en nuestros corazones.
Y uno nunca sabe cómo se va a enfrentar a esto.
   Me despertaste porque querías subir a la cama, te toqué el cuello, te acaricié la cabeza, las orejas y te dije que no podías subir, que ya era demasiado alta para ti y después no podrías bajar bien, que debías dormir en la tuya. Te diste la vuelta conformándote y haciéndote una bola, te dormiste en tu colchón.
Después...
Después todo fue rápido, tú, yo...mis manos queriendo hacer algo...ayudándote y ahogando unos gritos para no hacer ruido. Verbalizando un "no" que era un sí. Tú descansando.
Yo con mi edredón tirado en el suelo a tu lado llorando. Cogida a ti, llorándote y hablándote.
¿Me oyes verdad? y una caricia más. Yo sé que tú me oyes. Y contarte la historia de cuando te recogimos mientras las lágrimas me recorrían la cara, la cordura me preguntaba qué estaba haciendo y la mente me convencía de que me oías.
Lloré tanto que me quedé dormida cogida a ti.
Despertar y ver que la escena seguía siendo la misma que dos hora atrás. Yo en mi edredón, tú tapado a mi lado y mi mano cogida a ti y llorando de nuevo, hablándote y acariciándote.
   La llegada de alguien que vino a salvarme de mí. Que también lloraba por ti. Y volver a llorar.


Y el silencio. Ese silencio que se ha instalado aquí y que no lo rompen ni las obras que están haciendo al lado de casa.
   Ya no hay saludos al llegar a casa, ya no sales a recibirme ni yo te cojo de las orejas y te doy "besitines". Ya no te digo que haces gimnasia y eres el más bonito del mundo (mundial).
Aún no me he habituado, es pronto me digo, porque cuando me voy, mi costumbre sigue siendo la de decirte que vuelvo enseguida. Después me doy cuenta de que ya no he de decirlo.
Mi mente me dice que es normal, que tengo que darme tiempo.
   El sofá es grande. Como ya no lo compartimos...
Normalmente te ponías conmigo, bueno, me ponía yo contigo, porque el sofá era tuyo y yo tu invitada. Pero me gustaba. Me gustaba ponerme solapada contigo. Te abrazaba y tú me dejabas, yo te acariciaba y te decía que eras el más guapo de todos.
Después cuando te cansabas y te apartabas volvía a preguntarte porqué eras tan bonito.
Me contestabas con la mirada. A veces con los ojos fijos en los míos, otras obviando mi mirada con gesto altanero.
   Eras lo más y lo sabías.


   De inmediato me fui a la tienda de la esquina y les pedí que me sacasen tus fotos del móvil, fui al bazar y compré unos marcos. Si te pongo en la entrada de casa y en mi habitación será como si no te hubieras ido.
Lo sé, tengo un máster en engaños propios. De manera inconsciente sigo mirando al suelo del cuarto. El hueco que ha dejado la ausencia de tu colchón se me hace extraño. Antes me quejaba de que no tenía espacio para pasar y ahora añoro aquella sábana naranja con dibujos, tu colchón y el almohadón gordo.
La verdad es que tenías casi tantos complementos como yo.
Paso como Pedro por mi casa y tanto espacio parece hasta incomodarme. Apago la luz y me aparto a un lado. Luego me recuerdo que nadie va a subir a la cama en medio de la noche para hacerse un hueco a mi lado y apoyar la cabeza en mis pies.
Cómo te echo de menos...
   Lanzo al aire un, buenas noches. La cordura me falla, pero bueno, tampoco es algo nuevo. Ya se me pasará. O a lo mejor lo adopto como costumbre ahora que no estás.
No he llorado lo suficiente. Intento hacerlo ¿sabes?, pero me cuesta. Este mal sueño convertido en realidad me asfixia, no me deja respirar y sobre todo no me deja llorar-te.
Estoy convencida de que si no lloro aparecerás de la nada.

   
   Te recuerdo cuando te recogimos, tan erguido en unos brazos que te quedaban enormes, sentado observándolo todo. Llegaste a casa como una pequeña bola y de inmediato te hiciste pis. Suspiré agradeciendo que no lo hubieras hecho sobre D...


Te sobraba cama por todas partes, de un día para otro fuiste creciendo, la cama se quedó pequeña. Una noche de tormenta te asustaste y viniste a mi habitación. Yo tampoco podía dormir.
Diste un salto y te subiste a la cama.
Vale, dije, pero solo por esta noche porque hay tormenta y a mí también me da miedo. No volviste a irte. Ni yo te habría dejado.
Cuando me despertaba en mitad de la madrugada oía tu respiración, sonreía y me tapaba la cara tranquilizándome de algún modo.
Tú también te tapabas. Ponías la cabeza debajo de la almohada y yo preguntaba dónde estabas, entonces haciendo un ruido te descubrías. Me daba risa, iba corriendo y te atosigaba con un montón de caricias y besos. Hasta que te cansabas y me lo hacías saber o te ibas y yo te decía, ya sé que soy pesada pero es que eres demasiado guapo.
(Sonrío mientras lo escribo. E dice que el dolor dará paso a bonitos recuerdos. Lo sé, los recuerdos bonitos están ahí, están en cada rincón de casa, de la calle, de la fuente donde te parabas a que te diese agua...el dolor también).
   Las palomas no han dejado de venir desde que te has ido, no sé si te buscan para que las eches o me quieren hacer compañía a mí. Yo no las espanto, dicen que son señal de buenas noticias, me lo dijo Mj.
¿Qué buena noticia puede haber ahora que no estás?. Yo por si acaso les dejo que recorran el balcón como si fuese una pasarela, al fin y al cabo...tampoco me molestan. Me molesta más que no estés tú para echarlas.


Las fotos no te venían muy bien y yo me empeñaba en sacarte en todas. Sobre todo hacia el final, cuando la intuición me apercibía de que el tiempo se nos estaba agotando a los dos. Y yo cada día fotos y más fotos y tú con tu cara de me agotas y tus suspiros. Y yo abrazándote y diciéndote que eras el más bonito de todos los perros...si pudieses haber contestado...


Tu felicidad cuando íbamos al campo y mi ansia por llegar lo antes posible para que no llorases. Después bajabas del coche corriendo y te tumbabas en el césped dejándote caer por etapas, te ponías pancha y hacías ruidos. Como en casa en el sofá, cuando fingía no hacerte caso pero te observaba de reojo. Al no ir a tus insinuaciones te quedabas inmóvil y comenzabas a hacer ruidos hasta que me levantaba, te acariciaba la barriga y te decía cosas que solo yo entendía en un idioma que inventé para ti. Colocabas tu pata en mi brazo y cuando te cansabas ponías distancia entre nosotros.
   Cara bonita, ¿cómo se hace ahora para vivir sin ti después de tanto tiempo, de tantos momentos juntos?, en mis malos días yo me sentaba en el suelo y tú venías a mi lado. En los buenos, me sentaba donde fuese y tú venías a mi lado. Sabías que cuando volvía de la compra cargada hasta los topes, te daba un premio.
Hasta el chico que nos traía la compra a casa te regalaba caricias.


Fuese donde fuese, allí estabas tú. Siempre presente aunque solo fuese un momento, el justo para darme un lametón y marcharte haciendo ver que "habías cumplido".
Los días son raros ahora. Me levanto y mi cuerpo se prepara para ir al paseo, un paseo que no se tiene que dar ya, me lo recuerda mi cabeza.
Ahora puedes desayunar, no has de irte. Pero te sigo buscando por si acaso. Como cuando me termino las tostadas y en el último trocito te busco con los ojos para dártelo...hacías un ruido muy gracioso comiéndote el pan tostado.


   Esto es muy difícil sin ti Pipo. Me dejas un montón de momentos inolvidables, marcas que el paso del tiempo no van a borrar.
Eres, has sido y serás inolvidable. Eres, has sido y serás un "signore".
Fuiste feliz. Y yo también.
Te quise desde el día que te vi, te voy a querer siempre.
08-03-08  25-02-20



R.
07-03-20

viernes, 24 de mayo de 2019

Silencio

   En la taza de los Minions se enfría un té de Rituals.
Lo reconozco, soy la típica clienta que va a por una crema de noche y le quieren vender la de día, el contorno de ojos y como le han ofrecido un té nada más llegar, el bote de té.
Al posponer la compra de la crema y el contorno, me llevo el bote. Me sabe mal después de haberme tomado el de muestra.
Lo sé, no lo necesito pero de manera inconsciente me siento obligada a llevármelo. El bote digo, la crema sí. Y las otras que me ha ofrecido también, pero ahora no me lo puedo permitir.
Huele muy bien, a hierbabuena. La hierbabuena me recuerda a mi padre cuando cogía un par de hojas, las frotaba entre sus manos y después me las daba a oler. Tú no olías a hierbabuena, pero ese olor me lleva a ti.
   El caso es que me he hecho el té porque el día después de tomarme la medicación para mi enfermedad siempre tengo un poco de angustia. No son los años, es la medicina y esa infusión me calma de algún modo. O a lo mejor solo es una excusa para volver a por más cuando se haya terminado.
   Tengo un móvil a mi lado y otro cargándose. Ninguno de los dos suena. Hasta de manera momentánea han parado de hacer ruido los obreros que están levantando una finca al lado de la mía. Es insoportable. El ruido. O el silencio, ya no lo sé.
Soy una contradicción andante. Quiero silencio cuando hay ruido y al revés. Quiero el silencio a mi antojo. Como si eso se pudiese elegir.
Por ejemplo, ahora que escribo, quiero silencio. Y por supuesto nada más sentarme delante del ordenador ha sonado el timbre, la excavadora se ha puesto en marcha y los camiones a circular. Lo odio.
En cambio el móvil sigue callado. Eso también lo odio.
Cuando quiero que suene no suena y cuando en ocasiones no lo debería atender, me pierdo en explicaciones.
Hasta el perro se ha confabulado con todos y se ha subido al sofá, se ha puesto patas arriba en un gesto que sabe que me lleva a él para hacerle caricias y mimos y como no le hago caso, cual niño pequeño se ha puesto a hacer ruido para llamar mi atención.
Inmediatamente he dejado todo para rascarle la barriga y darle caricias. Me pone la pata en el brazo como reteniendo ese momento.
   El té se enfría.
   Tómese su tiempo en saborearlo, me dijo la dependienta. Y yo pensando, como si tuviese tiempo.
Soy tan impaciente que como no me gustan las bebidas calientes creo que no lo he acabado de hacer del todo, está a medio hacer. Como muchos de nosotros en algún momento. Para comprobarlo he cogido la taza y he mirado el contenido. No, es del mismo color que el de la tienda, lo habré hecho bien. No puedo estar cinco minutos hirviendo el agua para luego dejar la bolsita y esperar otros cinco a poder tomármelo porque quema.
Y así voy, corriendo a todas partes porque no tengo tiempo.
Y el móvil no suena. ¿Porqué no suena?. El caso es que si lo hiciese me molestaría porque ahora estoy escribiendo y no lo puedo atender. Como antes he dicho soy una contradicción andante.
En el móvil tengo nuestras fotos. No tenemos muchas, como siempre eras tú el que las hacía...también tengo fotos de mis sobrinos, de mis mejores amigas, de mi perro y tuyas.
Las fotos son mi tabla de salvación cuando me aburro. Cojo el móvil, voy a la galería, las busco y sonrío. Luego las abro y acaricio la pantalla en un intento de volver a tocarte pero no se puede ¿verdad?
Me veo pequeña. Mi pelo lacio evoca con dos coletas a las trenzas que llevaba Pipi Langstrump. No por ser iguales, sino por tener el pelo tan corto que se disparaban hacia los lados como su pelirroja melena.
Más fotos. Vosotras la noche que salimos. Todas estamos sonriendo, hasta yo. Digo hasta yo porque esa noche un fantasma nos acompañó en la cena y no tenía yo el ánimo para fiestas. Ni el ánimo ni los pies. Al final de la noche acabé con dos heridas, bueno tres, dos en los dos pies y otra en los recuerdos.
Bajo la pantalla. O la subo, nunca sé lo que hago, porque me dicen "baja las fotos" y siempre lo hago al revés porque me contestan "no, hacia el otro lado"...pues dime las cosas bien...yo que sé...
Mis sobrinos. Ellos conmigo, ellos solos, ellos y el perro...
Fotos del perro.
Tú.
Resulta que tengo tus fotos en una carpeta que se llama "favoritos" y el otro día me cogiste el móvil para mirar unas cuantas cosas que quería enseñarte y lo viste. Como si no fuese bastante obvio que eres una de mis personas favoritas, no, has de verlo en el móvil TAMBIÉN. Intercambiamos una mirada y de inmediato bajé la vista, porque todos sabemos que esa es la manera de hacer ver que no pasa nada. NA-DA. Como decía aquél anuncio de productos íntimos de los años 90...¿o era más antiguo?, ya no me acuerdo.
Recuerdo querer arrancarte el móvil de las manos y tú apartarte y quedarte con él. Al menos obviaste la parte del, me tienes en la carpeta especial.
Yo también obvié que en ocasiones abro una de tus fotos, sonrío y la acaricio como si pudiese llegarte de algún modo mi contacto, que miro una pantalla como una tonta, con los ojos que se te ponen cuando estás...ya sabes...eso.
   Ya no puedo estar sin el móvil. Es mi pasaporte a un mundo que no existe cuando me aburro, cuando mi compañera no quiere hablar o cuando mi compañero lo usa para enseñarme cómo quedaríamos si tuviésemos orejas de osito.
Qué pena, leo lo que he escrito y así es. Ya no puedo estar sin el móvil. Ya no podemos. A veces hago esfuerzos para olvidarlo y quitarle la voz, pero entonces me creo imprescindible y se la vuelvo a poner...
Así pasa, que te escribo una tontería y espero que me contestes de inmediato. No caigo en la cuenta de que tú no eres como yo. Que cuando estás trabajando tienes que estar concentrado en tus cosas de trabajo... o peor aún...que cuando me llamas me quedo sin palabras, me pongo nerviosa, no sé qué decir y me sale una voz que nada tiene que ver con la mía...
En realidad sí tiene que ver, es la voz que ponemos cuando nos llama el chico que nos gusta.
   Huelo la taza. Estoy en el jardín, hemos ido a la planta has cogido una hoja y la frotas en tus manos, después me las muestras para que las huela. De pequeña me parecía algo así como magia. Hago el gesto, pero no tengo hierbabuena. A lo mejor debería ir al chino Juan y comprarle una planta. No sé si sobreviviría, no sé porqué pero todas las plantas se me acaban marchitando. Creo que es porque las riego demasiado. Dar mucho tampoco es bueno.
Lo dicen todas las fotos esas que hay en las redes sociales donde vivimos una vida que no es nuestra. O sí, pero no es real. O casi.
   El móvil sigue sin sonar, el té se sigue enfriando. Al final nunca consigo beber una infusión caliente. ¿Será analizable? Un psicólogo diría que sí, seguro que hablaba de la impaciencia o algo así.
Me resisto a alargar el brazo y ver que no tengo ninguna notificación. Se está cargando porque no me gusta ir sin batería por el mundo. ¿Te imaginas?. Mira si soy, si somos tan dramáticos en este asunto que hasta llevamos un cargador en el bolso o tenemos uno en el lugar de trabajo.
Hombre, claro que yo también tengo uno, uno de color verde.
Lo miro, ha sonado dos veces, pero solo son mails y serán de publicidad, lo sé. A lo mejor son para que compre más té.
   Lo cogería para mirar tus fotos aunque me las sé de memoria. No tenemos fotos juntos, no te gustan, esa es tu excusa. Tampoco quieres que te haga ninguna. Y mira que te digo que si fuese yo la que aprieta el botón saldrías guapísimo...
"Eso lo dices porque estás enamorada de mí"...y yo bajo la mirada corriendo para que no se note MÁS todavía que tienes razón. Aunque no sería solo por eso, yo miro las cosas de otro modo, como tú cuando haces tu trabajo.
   El té se ha terminado, el silencio también. Nadie sabe lo valioso que es algo hasta que no lo tiene. Añoro el silencio.
Sucumbo a todo, cojo el móvil. los mails son de publicidad, lo sabía.
Voy a la galería, abro la carpeta de favoritos y ahí estás sobresaliendo entre muchas otras fotos, pero la primera que miro es la tuya.
La abro, acaricio la pantalla con el dedo y con los ojos, te quiero.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Opciones.

         
   Me encantaría saber de quién es esta genialidad que ha llegado a mis manos, primero por felicitarla y después por mencionarla a final de texto.
Resulta que esta mañana se la he visto en IG a mi amiga E y no he podido más que contestar con unas manos en alto a modo de aplauso a la foto. Necesito compartirla, le he dicho. Y ella que es muy de compartir las cosas buenas como las buenas fotos o las patatas bravas cuando vamos a tomarnos el aperitivo me la ha pasado por WhatsApp.
Qué grande, le he dicho.
Me la ha enviado mi amiga I, casada y con dos hijos.
Me gusta mi amiga E y su sarcasmo. No sé si lo ha ido adquiriendo por ella misma, por los elementos que se encuentra por el camino o por estar a mi lado, a mí me gustaría que fuese un poco por ella misma y por mí, porque me encanta ser protagonista, no lo voy a negar.
La cuestión es, que como le he dicho, iba a compartirla en todas mis redes sociales. (Todas mis redes sociales son dos).
   Estoy falta de redes sociales como lo estoy de novio. O sea, que socialmente me falta algo. O redes o novio o ambas. Y eso es grave. Para los demás, digo.
A tenor de los elementos que me encuentro por el camino, como le pasa a mi amiga E, es difícil comprometerse con alguien. Pero es difícil por varios motivos.
   El primero es el miedo al compromiso que tienen los elementos. (Humanos o no).
   El segundo el complejo de Edipo que los elementos humanos traen consigo.
   El tercero que el elemento humano con complejo de Edipo se crea que porque lo quiero conocer quiero un anillo de diamantes pasado mañana.
(Por supuesto, ha de ser de diamantes. Yo lo digo siempre, soy muy de diamantes aunque no los lleve).
   Pero no estamos aquí para hablar de anillos y diamantes, de eso ya he hablado con E y le he dicho que si algún día lejano o no me caso, que mi pareja sin complejo de Edipo y sin miedo a comprometerse me regale un reloj y me lleve a Casa Cracco a cenar, que el anillo ya me lo compro yo. Lo he hablado con ella por si el elemento se queda sin ideas o sin palabras ante mi organización.
   Perdón, que nos estamos andando por las ramas.
   Me llama mucho la atención como "se vende" en algunas ocasiones el matrimonio. Con mucho lazo, con mucha purpurina, con mucho papel de regalo.
No digo que sea una tortura por favor, no vayan ahora todos los casados del mundo a echárseme encima. Solo digo que TAMPOCO es un estado idílico y maravilloso que te narran algunas personas.
Ya saben, como esas películas donde una señora está haciendo pasta y el marido está preparando la salsa y de repente con una risa tipo así... "aaajaja…" le tira harina en la camisa al marido, él a ella y de repente y sobre todo sin que la salsa de tomate se queme, se ponen a hacer el amor encima de la mesa.
   Eso a mí no me ha pasado nunca señores.
Primero y obviamente porque no estoy casada, segundo porque no tendría tiempo de hacer pasta y tercero porque jamás se me ocurriría tirarle harina a nadie para que me la devuelva. Con lo que cuesta de limpiar y recoger...(porque seguro que me tocaba recogerla a mí).
Es cierto, quiero hablar de algo que no conozco, vamos como la mitad de la población.
No puedo hablar de las ventajas o desventajas de estar casado. Solo puedo hacerlo desde la imagen que me da ig que para eso es el rey. Y a tenor de las imágenes que me ofrece, estoy segura de que si algún día llega "el día más feliz de mi vida" como así lo denominan muchas personas va a ser todo muy idílico, muy eternas vacaciones y muy limpio.
No voy a tener tiempo nada más que de posar para la foto y para recibir los likes, así que probablemente no tenga casi tiempo de trabajar, pero oigan, todo no se puede. Y el matrimonio es un trabajo también.
   Sé que es un trabajo porque a veces hay que hacer horas extras. Algunos las hacen fuera de casa. Pero eso es otro jardín en el que ahora no me quiero meter.
Miren si será un trabajo duro...que a veces, como en el trabajo de verdad, queremos desaparecer. Oigan, que hay personas que hasta se olvidan de que tienen un compromiso previo. Fíjense si se olvidan tanto que hasta se olvidan de decírselo a una misma. Claro así pasa. Que conoces a alguien, te gusta, hablas con él...y un día cualquiera así sin más alguien te dice que esa persona está casada y tú con tu cara de pasmarote.
Claro, como no lo ponen en Ig...pues no puedes saberlo.
   ¿Pero no me estás vendiendo que lo mejor de la vida es estar casado y que estoy falto de algo cual taburete de dos patas porque no tengo pareja y estoy soltero?
Yo no entiendo nada.
¿Porque cuando te vas a casar siempre hay algún casado previo que te dice a modo de advertencia si estás seguro de lo que vas a hacer? (Esto y permítanme una cierta puntualización por lo vivido, siempre ocurre entre los señores). Siempre que esto sucede me pregunto si es que a ellos alguien los llevó al altar en contra de su voluntad. Porque aunque sea tarde, siempre se puede decir que uno no quiere hacer algo ¿no?.
Siempre imagino a estos señores llorando en una esquina diciendo "no, no quiero, pero no tengo más remedio que pasar por la vicaría" y lamentándose después de que el matrimonio no era aquello que alguien les prometió.
(Eso les pasa por prometer).
Nadie te habla de que te vas a encontrar días de mierda en los que no vas a poder coger la puerta y marcharte porque vives con esa persona, que vas a tener que convivir con pequeñas manías como que el tubo de la pasta de dientes esté apretado por la mitad o que te van a tener que recoger lo que no recoges o viceversa.
Que los días pasan y en ocasiones la rutina se instala, que si no sabes lidiar con ella va a ser una más y será una relación de tres (o de cuatro si incluimos a la rutina).
   Aun así, socialmente los solteros somos los inadaptados de un mundo que está pensado para dos. Si eres soltero eres un egoísta que solo piensa en ti, que eres incapaz de comprometerte con alguien o algo, que debes buscar a tu media naranja y si una vez te sale mal, levántate y anda cual Lázaro y sigue buscando. Sin tiempo a la recuperación, sin tiempo para nada que no sea ser dos.
Como antaño salía en los palos de los polos.
Esta vez no ha conseguido su premio, siga buscando.
   Cuántas parejas de dos lo son de tres...
Por cierto, mañana es San Valentín, el día de los enamorados. Ig se llenará de te quieros, de amor, de felicidad y de mucho postureo porque "toca".
¿Pero no debería tocar todos los días?
Probablemente mañana como ayer y como la semana pasada te diga que te quiero sin verbalizarlo o tal vez haciéndolo.
Probablemente mañana se digan te quiero a dos bandas porque el matrimonio no es un cuento de hadas, es una realidad en la que hay cosas que no gustan y cosas que sí, en la que cada uno crea su propia realidad y sobre todo y a falta de ella SU PROPIA FELICIDAD.
Ni un casado vive mejor que un soltero ni un soltero mejor que un casado. Pero esa manía de juzgar, de querer captar adeptos a esa comunidad que es el matrimonio...no la comprendo.
   Aún así seguiré escuchando que me falta algo, que me voy a quedar para vestir santos, que el problema es mío, que soy muy exigente, que baje las expectativas, que a cierta edad tampoco se puede pedir tanto...
En fin...son las cosas con las que un soltero vive.
   Nunca he visto a ningún soltero comentarle a un casado porqué se ha buscado a alguien fuera de su matrimonio, si ha sido porque ha dejado de estar enamorado o porque simplemente el hastío ha invadido su relación perfecta.
Sean felices. A su modo. Con quien quieran. Como quieran.


13-02-19

viernes, 18 de enero de 2019

El coche, las luces y el mecánico.

   Señores,
por si no lo había dicho aun, feliz año nuevo. Ya lo sé, un poco tarde, pero más vale tarde que nunca ¿no?.  Pues eso, feliz año.
   Acabo de volver del mecánico. Aun no me ha dado la mala noticia, he de recoger el coche en unos minutos porque según me ha dicho la chica que trabaja allí y que merece todos mis respetos a tenor de como maneja los coches y lo limpia que va para trabajar en un taller, es cuestión de poco tiempo.
La mala noticia es la factura. Al coche no le pasa nada. Yo lo sé, ella lo sabe y mi mejor amigo que ha corroborado que soy una histérica también lo sabe.
(Que eso ya se lo dije yo en un mensaje ¿saben?, porque soy así, me gusta adelantarme a los acontecimientos y a las palabras ajenas. Y se lo dije, al coche no le pasa nada, soy yo que soy una histérica. Y él me respondió, sí, eres tú. Y como me gusta decir la última palabra casi siempre, le respondí que me alegraba leer que estaba de acuerdo conmigo en que al coche no le pasaba nada y era yo, que me quedaba más tranquila si lo leía de él).
Es que las cosas son como dice mi amiga E, cada uno entiende de lo suyo. Y yo de mecánica no entiendo.
   Pero déjenme que les ponga en antecedentes.
Llego la semana pasada al coche, le doy la vuelta por si acaso se ha movido mágicamente de como yo lo aparqué, miro si el que aparca detrás de mi está o no porque en función de eso suspiro y pienso cuánto me va a costar sacar el coche de mi plaza, entro, lo enciendo y (horror) se encienden todas las luces. Eso parecía un festival.
Y claro, yo hice lo que se hace en estos casos. Abrir mucho los ojos y entrar en pánico.


Me aparté del volante echándome hacia atrás y le hablé muy claramente.
   "No, no, no. No puedes dejarme ahora".
Así se lo dije, porque sus coches no lo sé, pero el mío me entiende. Hice balance de la situación, comprendí que mi vida ya no es un drama sino una tragicomedia y le escribí a mi mejor amigo para decirle que las luces se habían encendido todas y que no entendía nada.
   "¿Pero se han apagado o siguen encendidas?", y yo, "no, no, se han apagado al instante, las luces van bien, el claxon también, está todo bien", "entonces es normal, no te preocupes".
Pero yo no soy así señores. Yo no sé vivir tan tranquilamente como muchas de las personas que me rodean.
Porque yo sí que me preocupo. Y me preocupo mucho. Así que después de que me dijera lo de que era una histérica (porque yo le había autorizado) llamé al mecánico y le expliqué lo que pasaba tal y como se lo estoy contando a ustedes.
Porque mi mecánico del coche es como el de la moto y ya me conoce y sabe que existen dos formas de explicar las cosas, la del resto del mundo y la mía. Y la chica que trabaja allí, que como antes les he dicho, merece todo mi respeto como persona, mujer y por como maneja la situación en el taller y su limpieza personal me dijo que eso era normal y que no pasaba nada. Y además que yo no tenía porqué saber todo eso. Pero que si iba a quedarme más tranquila que llevase el coche.
Y así sí, señores, ASÍ SÍ.
   Así que he ido a llevárselo y he tenido que parar en segunda fila. Y a mí parar en segunda fila me tensa mucho. Y más en calles estrechas.
(Sí, ya sé lo que están pensando, que soy de tensar fácil. Es cierto. Pero digo yo algo, ¿no sería más fácil para todos, o sea para mí, que cuando yo llegue haya un sitio esperándome?. Sí, también sé que ahora están pensando que si estoy loca o algo así y que eso sería lo óptimo para todos nosotros, pero yo estoy hablando de mí, en sus cabezas cuando ustedes van a aparcar también lo piensan, ahora no vayan a decir que no).
   El caso es que he aparcado en segunda fila y gracias a Dior no ha venido nadie a quien pudiera molestar, he bajado y he entrado al taller donde me ha recibido la chica que mantiene una higiene corporal admirable para trabajar en un lugar donde hay tanta grasa y me ha dicho que podía aparcar en la puerta que lo mío era cuestión de minutos.
(El coche. "Lo mío" es una manera de vida y a estas alturas ya no tiene remedio).
   "Ahora te quito este coche y pon el tuyo aquí".
Y yo he visto ese hueco tan pequeño y le he dicho a mi mente, ahí no cabe el coche. Pero ha cabido. He podido aparcarlo enseguida, sin molestar a ningún otro coche y sin despeinarme y quitarme el gorro de lana con pompón incluido porque es tiempo de gorros y porque como dice mi madre yo soy muy de decir que no a la primera, pero luego es sí.
Total, que se lo ha quedado previa aclaración mía de que seguramente no le sucede nada, que soy yo, que soy muy precavida y me gusta tenerlo todo bajo control.
Me ha dicho que pasara a recogerlo en media hora, que es un tiempo de espera mucho más rápido que ir a la consulta del médico de cabecera y cuando he ido el coche estaba en el mismo sitio donde lo había dejado pero ya lo había visto su propio médico particular. Porque el mecánico es el médico de los vehículos.
   "No tiene nada", ha dicho la chica con una perfecto de piel negra.
Yo también quisiera trabajar con una perfecto de piel. O con una americana y no con la camisa que utilizó Miguel Ángel para pintar la capilla sixtina, pero es lo que hay.
   "Le hemos revisado la batería y está todo bien".
Así que de nuevo y con mi gorro puesto, he sacado el coche de su sitio muy segura de mí misma y eso que no tengo la menstruación, que según los anuncios es cuando más segura estás de ti misma porque utilizas una determinada marca de productos de higiene íntima, he sacado el coche, repito, no he molestado a nadie y he venido a mi casa.
   Una vez he llegado a mi garaje he dejado el coche en mitad del pasillo y he bajado para quitar la moto de mi plaza para poder aparcar bien.
Porque yo soy buena aparcando, pero si tengo sitio. Y si está la moto tengo que elegir entre aparcar cómodamente y salir del coche como si fuese un bicho palo porque la moto impide que prácticamente se abra la puerta o bajar, quitar la moto, aparcar el coche, salir tranquilamente y volver a colocar la moto detrás del coche porque al lado no cabe bien y no puedo salir si aparcan a mi lado.
Y la culpa de todo esto la tiene la columna que está mal colocada. En resumen, ¿quién puso ahí la columna?, el arquitecto. Así que la culpa la tiene el arquitecto. Como todos los problemas que se derivan de ellos y mi vida.
Porque como les digo, yo soy buena aparcando. Pero si tengo sitio. Si los garajes se empeñan en ponerme obstáculos no puedo, pero ni puedo yo ni puede nadie. Y yo necesito mi espacio. Mi espacio personal y mi espacio para aparcar.
Miren como cuando voy al campo eso no me pasa. ¿Porqué?, porque aparco en la calle en la puerta de casa. Y si no tengo sitio aparco en la puerta de casa del vecino. Y así sí. Porque no hay columnas que un mal arquitecto eligió poner donde no tocaba.
Porque yo necesito espacio por si algún día me compro el coche que me gusta. No el que me puedo permitir, el que me gusta. El tiguan. En realidad es el touareg, pero ese ya se me escapa de proporciones.
   Y es que cuando sueño despierta me veo conduciendo uno. Y es un coche que me pega. Pero me pega si tengo que aparcar sobre la marcha, es decir, llegar a la puerta de casa y dejarlo. Así que necesito una casa en el campo. Y para mí el campo son las afueras de la ciudad. O sea que necesito un chalet.
   En resumen, que ya me siento mucho más segura de mí misma y mi coche tamaño y precio "esto es lo que te puedes permitir porque con un coche más grande serías un peligro para ti y la ciudad".
Yo les digo algo, si por mi fuera cambiaría de coche cada cinco años para evitarme problemas y la itv.
Uuuuuh...la itv...de eso ya hablaremos cuando me toque pasarla...




18-01-19
Ilustración, Jordi Labanda.

lunes, 31 de diciembre de 2018

Hasta luego 2018

           Querido 2018...te vas.
Quedan unas pocas horas para que se acabe el año, es momento ahora de echar la vista atrás y hacer balance de esos doce meses que sin darme cuenta han pasado volando.
Creo que me va a faltar tiempo. En general me falta tiempo para casi todo. Me ha faltado tiempo para ti, lo sabes, te he engañado con otro proyecto que tengo entre manos, ese que me roba tiempo y horas de sueño. Pero ¿qué te voy a contar a ti que no hayas vivido ya?, no seas duro conmigo por haberte dejado de la mano de Dior, ya suelo serlo yo bastante conmigo.
Siempre pienso que nunca os dedico demasiado de mí, que me dejo ganas por el camino, que estáis faltos de...ya sabes, tiempo.
   Malditas las ganas que a veces nos acompañan cuando no tenemos tiempo y cuando lo tenemos a veces somos nosotros quienes las ignoramos.
Esto he tenido que apuntarlo en el móvil, no he tenido tiempo de encontrar una libreta y un boli y no quería dejarlo pasar, me gustaba cómo sonaba en mi cabeza.
   Total que como te decía, de algún u otro modo, todo el mundo está haciendo balances en su mente, echando la vista atrás, recordando quizás mes a mes determinados momentos, determinadas circunstancias.
Todos están pensando en las nuevas expectativas que se van a crear para el próximo año que empieza. Expectativas que serán reales o no, pero se las crean.
(Tú también).
No, querido, te aseguro que no me he creado todavía ninguna.
Todos están escribiendo en papel o mentalmente sus propósitos a incumplir, porque generalmente es así, las promesas que se harán a sí mismos o a otras personas, los voy a estudiar inglés, ruso o alemán.
Hace unos días rompí el papel en el que tenía apuntadas las mías para el año que en unas horas se va. Creo que alguna había cumplido. Claro que también es cierto que no me había prometido nada a mí misma ni a nadie así que no contaba con esa presión. También es cierto que hace muchos años que no prometo nada, por si acaso hay que cumplirlo.
(Ya ha salido la cínica que llevas dentro).
Que no me hubiesen hecho promesas fáciles...yo ya no prometo nada. No prometer es más fiable.
   Las revistas que leo hablan de aprovechar el tiempo perdiéndolo. ¿Cómo se hace eso?, suelen introducir estas frases en los números vacacionales. Te sugieren perder el tiempo en Capri por decirte algún sitio al que me gustaría viajar, por ejemplo, echándote al sol.
Como no tengo tiempo de tener vacaciones, ni tiempo para viajar, no puedo perderlo en Capri echada al sol. También es cierto que se me ocurren cosas mejores que hacer en Capri que estar tirada en una toalla.
No tengo tiempo suficiente para disculparme con la jefatura porque las cosas no están en orden, me falta tiempo para entender que si me disculpo yo no suena igual que cuando se disculpan otros. El tiempo que he perdido me ha enseñado que no lo pierda en estos asuntos, pero claro ya me conoces, por eso no he pasado mucho por aquí, porque no sabía qué decirte, porque todo ha de ser perfecto.
El tiempo que he perdido este año también me ha dicho que lo perfecto no es real. Sigo intentando entenderlo y comprenderlo, seguramente me lleve tiempo.
   Ahora que tengo tiempo para hacer un pequeño balance me pongo triste y no por el tiempo que he perdido, sino porque por la falta del mismo me he perdido muchas cosas. Me he perdido cumpleaños, me he perdido cenas, me he perdido escribirte, ¿me he perdido yo?.
   Es ahora cuando pongo caras a los meses que han pasado, cuando me pregunto si he estado cuando había que estar, si he sido lo bastante buena amiga, cuando quiero hacer lo que no se puede, volver atrás para hacerlo de otro modo. Ahora que tengo muchas cosas quiero comprar lo que no se puede comprar en este mundo.
Tiempo.
   Inevitablemente me vienes a la mente...el poco tiempo que nos han concedido los días no ha sido perfecto, ha sido nuestro.
Ha sido una primavera en la que como una peonía he ido abriendo mis pétalos gracias a tus palabras, a tus caricias, a tu modo de saber entenderme, de leerme sin que diga nada. De saber por anticipado todo lo que siento.
El tiempo ha hecho que en ocasiones destapases esa caja que mantienes cerrada por lo que pueda pasar. Ya te lo dije un día o tal vez lo escribí...una mirada siempre nos delatará.
Yo te miraba con ternura, te acariciaba la barba, tú te reías y ese era mi modo de parar el tiempo.
Y era magia.
   Sigo sin propósitos para el nuevo año...tendré que escribirlos corriendo después. Qué desastre, qué falta de organización...
Le he dicho a una de mis mejores amigas que voy a intentar controlar no controlarlo todo. ¿Cómo voy a hacer eso?. Ella se ha reído cuando lo he dicho. Supongo que debe ser porque por escrito parece más gracioso que como lo es en la vida real.
   La vida real. Eso que pasa cuando pierdo el tiempo.
Te voy a confesar algo, por falta de...(tiempo)...anoche escribí lo que hoy voy a publicar. Al querer guardarlo me equivoqué de tecla y se borró todo. Obviamente culpa del ordenador. Claramente yo le di a guardar no a borrar.
Ni me enfadé, ni me indigné conmigo misma ni me castigué. Estaba agotada de estar todo el día trabajando, de pasar noches sin dormir, comprendí que lo que escribiese hoy no iba a ser igual que lo que había escrito anoche, pero no me importó. Decidí darme un respiro.
Cogí el teléfono mientras mentalmente me decía a mí misma que no tengo que vivir pegada a él y leí nuestra última conversación. Se me dibujó una sonrisa. Suspiré, cerré el ordenador y me dije a mí misma, a lo mejor no era eso lo que tenías que publicar, por eso se ha borrado.
¿Puedes imaginarte lo que le costó ganar esa batalla a mi otro yo?, porque no sé si por aquí te lo he dicho alguna vez...MI VIDA ES UN DRAMA. Y con la informática MÁS...
   Ahora que me llegan mensajes al móvil deseándome un año nuevo lleno de una infinidad de cosas que no acabo de leer porque son todas iguales me pregunto qué querrá el resto del mundo.
Te será fácil imaginar lo que quiero yo.
Exacto, un viaje a Capri para perder el tiempo...
   Te quiero a ti.
   Quiero...¡no te lo digo!. Una compañera de trabajo me ha dicho que una amiga le ha dicho que cuando cambiamos de año y pedimos deseos para el siguiente lo hacemos mal.
Esto hace que me relaje, ya sabía yo que no podía ser casualidad que año tras año no me tocase la primitiva. Yo, que en mis fantasías ya tengo repartido el patrimonio en una casa para mi mejor amiga y otra para mí, cerca pero no juntas para que no se agobie. Y un apartamento en Torrevieja, Alicante como cuando existía el Un, dos, tres.
(O en Menorca, tampoco hay que imponerse un lugar).
La cuestión es que me ha dicho esta compañera que pedimos mal las cosas porque no hay que pedir lo que queremos, sino lo que no queremos.
Ahora lo tengo todo más claro.
   Después de haber perdido tanto tiempo sé que quiero tiempo para perderlo mejor.
   Queridos, que su nuevo año sea inolvidable, que esté lleno de momentos únicos, de alegrías, de las menores penas posibles. De mucho tiempo para que puedan emplearlo como mejor quieran.
2018 nos despedimos aquí, no sé si te lo he dicho en todo este post, pero cuando venga de trabajar no tendré tiempo para despedirme de ti, tendré que estar intentando no controlarlo todo, paseando al perro antes de una cena, pelándoles las uvas a mis dos sobrinos pequeños y a mí misma porque no nos gustan las uvas con piel y huesos porque además se hacen bola si te las comes todas a la vez y al final es un desastre y tienes que tirarlo todo y eso seguro que da mala suerte.
¿Crees que has pasado de largo?...
He ido a dos firmas de libros de mi escritor preferido (Màxim Huerta) con una de mis mejores amigas, he florecido, he estado y no he estado, he sobrevivido y he aprendido...
Y todo lo que se aprende, no se olvida.
No te olvido. No me olvides.




R.
31-12-18
Ilustración, Jordi Labanda.